EN ABRIL, TEMBLÓ LA TIERRA
Abril paseaba
su risa en los parques…
Las fuentes
musicaron sus estrofas al pájaro, y las azules dalias,
desplegaron al
sol sus raíz mientras el rocío empapó la tierra.
El aire sufría
rubor…
El verde pino
estuvo aún más verde.
Las calles se
adornaron de chiquillos.
El caracol
lució su cornamenta orgulloso y, los espejos de las ranas,
brillaron en
los campos.
Una vez más, la
lluvia con el sol, discutieron sobre el horizonte.
Copularon con
desenfreno, el trigo y la amapola.
Se entregaron con
desespero los cuerpos en la tarde, en los cotos,
en las barracas,
en los palacios (…) y se preñaron los arcenes
de violetas y
mariposas, de margaritas y cardenchas (…)
La vida lució
como nunca por sus cuatro esquinas.
Ese año, hubo gran
eclosión.
Se tatuaron de
risa los muros de las casas.
Se clavaron
sin miedo los ojos en las puertas.
El mundo —ese
abril—, parió robustas miradas negras carbón, color de
miel, idénticas
al cielo, ojos plenos de mar.
Llovieron los
regalos en millones de tejas, chupetes, baberolas,
golosinas…
En el hogar de
Klara y Alois Hitler, les llegó su premio, su artista.
Entró con un
pincel bajo el brazo y una medalla prendida en el pecho.
Ese día,
a Dios le tembló el corazón.
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