RUIDOS DE INFANCIA

A veces, a la edad,
le cae un chaparrón de recuerdos
hiriendo hasta la punta de los dedos.

No son las ciruelas ácidas
robadas —nunca a su hora— a la huerta.
Tampoco la bola de nieve
colándose por las dorsales,
ni siquiera —las causas de los roces de un niño—,
van por la sangre de una aguja en el pecho,
los puntos en el quebrado mentón,
o la vista del lobo.

Malas pasadas juega la memoria.

Esa paloma blanca 
aferrada al cráneo de un dios…

No es un trofeo ni un laurel
ganado en olimpiadas.
No es un lírico ideal
ni el triunfo del caballero.

Ahora, la luz es más clara         y el rojo
de la reyerta,
               está vivo en el pañuelo blanco.

Duele hasta el aire de las montañas.
Contaminados los verdes pinos
dejan las tejas húmedas.
Duele hasta el revuelo del gallo 
que canta a maitines y laudes
con su oración de pesadilla.

Caen los dioses junto a sus templos
y el barro, salpica hasta el alma más experta.
                                                           
                                                                                             

2 comentarios:

  1. Voy leyendo poco a poco todos tus magníficos poemas, éste de hoy, todo ternura.
    Un beso

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  2. Gracias, Rosa. Te voy a pedir un pequeño favor. Cuando entres, menciona algo del poema porque me los tengo que revisar todos hasta que llego al comentario. Un abrazo

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