INCERTIDUMBRE, ESPECTROS
—¿Estás ahí? —pregunté. El silencio se cernía sin
misericordia rozando
la estancia.
—Necesito hablar… —mi voz sonaba implorante, mis
rodillas temblaban
como quien está frente al tribunal, ante un
piano.
Y
el sillón
vacío
tuvo cara,
ojos glaucos
y voz ronca.
—Y ahora… —era un trueno tu pregunta—, ¿acaso no
agotaste la tinta
sobre mí? —quedé muda.
Pasaron momentos eternos hasta lanzar mi
demanda.
Tú lo adivinabas, supiste desde siempre mi duda.
Mi seguridad.
—¿Me amaste alguna vez? —el aire escondió entre
cortinas mi
fragilidad y hundido el temor en las manos,
sentí cómo la brisa
portaba tu respuesta al otro lado de la calle.
No dejó eco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario