LA POESÍA
La
poesía se clava con sílabas, palabras de hombre, de árbol, de tormenta,
y
cuando el dios del poeta se desliza en patines de oro molido por las calles
dándole
rienda suelta a su fantasía, saltan los potros: chispas, relámpagos,
campanas,
campanas, campanas…
Pobres poetas.
Hay
un lío de faldas y muslos enredados, que se perfuman como jungla.
Unos,
pierden la cabeza de amor, de agua, de alas, y se olvidan las
sombras.
Estos quieren morir. Pero seguirán vivos a medias, tras las flores,
la
búsqueda y el frágil despeñamiento de amantes.
Otros,
hacen malabares y arreglan el mundo.
Collares
de palabras.
Coronas
de laurel.
De
porcelana los cuchillos
y un atril.
Y,
mientras se derraman los discursos de concordia, Caminos de Santiago,
Seminarios
de Paz, Velas Azules… Los más, recogen de hoja en hoja
pisoteada
su trocito pequeño de poesía grande.
No se pierden las
nubes.
Dialogan con el
sol
y se abren de brazos al mar.
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