LA CASA DE ARENA A ORILLAS DEL MAR
Aquella casa era de arena seca
a orillas de una ría.
Un
castillo sin cimentar.
Los ratones rodaban por el suelo
—como si la chiquilla no estuviera
bajo el dolor del viejo artesonado—.
Amarillos limones
como faros colgados de la luna
se asoman al cristal curiosos.
Un poema en la madrugada.
Aquella
casa era de arena y sal
a orillas de un silencio.
Un agujero abierto
en la memoria.
Si el mar se enfadara
corrían peligro las paredes.
Saldría sodio entre el adobe
—maltratado por bestias
antiguas—, si el mar se enfadara.
Aquella casa era de
arena blanca
a
orillas de un abismo
y la
chiquilla queda atrapada entre sus muros.
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