(“Me quiere por…” vieja canción china)
LA ANCIANA Y LA LUNA
Como
abeja revoloteando a su aire
estuvo
vagabunda
sobre
una tierra
manchada
de sol y de grillos.
Le
gustaba posarse al borde de los pueblos
sobre
un tronco de árbol
y
contemplar cómo rociaban
el
suelo con agua del pozo.
Después,
cogía su abanico
y
aspiraba el olor
del verano mojado.
Le
gustaba tumbarse en la hierba a la sombra
de
la robusta espalda del cerezo.
Y
entonces, tarareaba una antigua canción.
“Me quiere por nuera el emperador
pero está tan lejos que no pienso ir.”
Bajo
el sol y llena de fuentes,
esperaba
la noche.
Como
senderos que separan los bancales,
entrecruzadas,
eran sus arrugas,
y
sus pecosas manos, de viento y moras negras,
llevaban
años sin dormir
hilando
vida.
Poco
quedaba por hacer. Su mortaja,
colorista,
detalle a detalle, hecha.
Su
testamento, luna enferma, escrito.
“A cada hijo le dejo: un almohadón y
funda.
De barro, un cuenco,
y una maceta de peonías
hijas de luna”.
Hui ying
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