Mañana, acaso mañana, del cielo  
caigan las hojas del arce dormidas
y las marchitas horas, bendecidas,
se arrojen al abismo. Sol, señuelo,

pálido musgo, rastro, sabor de hielo
por las colinas rojas y partidas
de un atrapado buril, por raídas
planchas de cobre. Espalda de anzuelo.

Acaso mañana tu beso ardiente
—el tronco, la hoja, la sierra en la tabla—
traiga tu barca mi nombre en la frente,
—noche de fuegos, pálido horizonte—
cortando mi lengua su tono y su habla.

Faro en tinieblas. Remos de Caronte.

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