ELEGÍA 

No es el ruiseñor quien anida en sus paredes.
Ladrillos, cal y arena
sepultan los días, las tardes
de un cristal no empañado.
Una inocencia de salamandra huida.
Una luna redonda sin color.
Una ventana sin espejo escrito.
Que baje el perdón por el monte.
Que llegue el perdón por el río.
Que suba el perdón por el aire.
Que rompa el perdón por el frío. 

Pájaro, préndele una estrella
                         que la niña está muerta.


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