Por las calles de mi vida                                                                                                                                            CARTA

Querida Lis: —podría llamarte     Rosa      Iris
                                                       Violeta      Marga…—
pero solo recuerdo de tu nombre      la flor.

Llovieron años como el pedrisco en los ríos
y nada supe de ti, de tu casa,
                                de tu calle y sus gentes.
Ni aun sé si estás.
Si el jazmín de tu patio echó raíces
o se volvió tan rojo como el hijo bastardo
que nunca vio el día, y cerró —para siempre—
                                         los ojos de tu madre.
A mis diez años,       
tu orfandad fue un sello en la piel.

El coral cubrió nuestra calle.
Cuánta lluvia ha caído
                            hasta lavar las piedras.
Mientras las tizas trazaban rayuelas
las mujeres, soltaban puntos de los aceros
perforando los muros de las entrañas vivas.
                                
Los hombres, en la oscuridad.

¿Cómo saber?
Si las hojas aún parecían luciérnagas  
asombradas por los brazos del árbol.
Si cada día saltamos la comba
y los rosales daban a luz. Si mayo asomaba su raíz...

Hubo sentencia y hubo muerte.

Tu medio hermano como un gajo atravesado            
                          y tu pálida madre
con su olor a carne recién cortada.
Su condena de boca en boca dañando el aire.

Lis. Pequeña Lis. Niña grande.
La ventisca ha barrido
y soleadas las sábanas— traen perfume a lejías
                                           y jabones de entonces.

P.D. Sea contigo el amor, y conmigo

                                 De "Lienzos de una calle"

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