Recordando a Jane Hirshfield
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Al fin
una vida se reduce a un salón,
una estantería con libros cerrados
y
una cacharrería de adorno.
También, una mesa
servida con sopa de letras al brasero.
Dejar la cama a medio hacer
para limpiar, unas lentejas sobradas.
Darte un paseo por el pasillo y meterte
en el parque cubierto del verde perejil del cuadro.
Luego,
vuelves a poner la colcha
con una rama de yerbabuena en la mano
que robaste al coto del pasillo.
Dar una vuelta al poema.
Llegarte a la cocina
y
poner el pollo al fuego.
Después, llorar un poco,
o bastante,
depende de las cebollas y las ganas de llanto.
Dar una vuelta al poema.
Dar una vuelta al pollo.
Ya no sabes si estás mareando al pollo
o el poema te tiene mareada.
Dar una vuelta al pollo.
Dar otra vuelta al poema
y
añadir pimienta hasta rabiar.
Coge un frasco amarillo.
Insúflale la mañana y vas añadiendo el resto
con algo más de cayena;
luego, agita fuerte.
Que repose tres segundos
y de un trago,
lo succionas con la hoja de yerbabuena
subida a tu pelo.
Es tu realidad de hoy, y ahora,
empieza de nuevo a vivir.
Me gusta esa mezcla de cotidianidad y cierta sabiduría de la vida, muy bueno, Julia, poeta!
ResponderEliminarun abrazo
Gracias compi! La verdad es que lo paso bien escribiendo lo cotidiano.
ResponderEliminarUn abrazo