Entrabas en mis tardes, como bosque
en fiesta.
Eran tus brazos dos garras de
bronce.
Tu pelo despeinado un volar de
calandrias.
En tus ojos traías el frescor
de un río,
y el brillo de tus dientes,
salado como el mar.
Era maíz tu apostura. Hermoso
como un dios, como un dios.
Te amé, las piedras saben que
te amé.
Enya_La música de los dioses
Celta_Espiritual
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