Relato corto
LA VIUDA COMERCIANTE
LA VIUDA COMERCIANTE
Cuando
me contaron aquella historia hubiera querido llorar, pero
acudió
la risa.
Carmela
Fuentes, esposa de Benjamín Labrador Hernández —vendedor
ambulante
de tejidos—, cuando la avisaron de la enfermedad de su
amado
esposo y partió en su auxilio, Benjamín, llevaba tres días bajo
tierra.
Regresó
a su pueblo con lo que el socio consideraba que le pertenecía
después
de haber pagado al médico y el entierro.
Recogió
a sus cuatro criaturas —la mayor de ocho años— y vistió a las
tres
niñas de negro y al niño le cosió un brazalete como la noche en la
camisa.
No
hubo llantos, no había tiempo de duelo, y empuñando su espada
trazó
el desafío.
Cortó
las piezas de lienzo moreno —fruto de la herencia— en sábanas.
Puso
a vender papeletas a los niños por las calles mientras que ella iba
por
los cortijos como comerciante de trueque, cambiando sábanas por
huevos,
pollos y otros enseres que luego vendía en el pueblo.
Sus
mayores ganancias las obtuvieron los niños en las rifas. Vendían
todas
las papeletas. El sorteo se fraguaba en su casa sin más testigos
que
los interesados.
Cuando
les preguntaban a quien le había tocado la sábana,
contestaban:
—A una mujer de un cortijo. A los pocos días volvían a
vender
papeletas para “otra” sábana. De tarde en tarde, algún lienzo
tostado
caía sobre la cama de algún vecino.
Carmela
Fuentes, en ese tiempo, era una roca. J. Linares 12/6/15
Carmela Fuentes o López?
ResponderEliminar"Todo parecido con la realidad es pura coincidencia..."
ResponderEliminar