Relato corto
MUERTE EN LA CARRETERA
—Lo de menos era romperse la
crisma…, eso sería un mal menor —comentó
su hijo cuando supo lo del
accidente de Don Damián
Salgado. No se hizo ni una abolladura en su dura
cabeza. El coche había dado dos
vueltas de campana cuando regresaba de
visitar una de las obras de su
empresa. Su enorme coche tuvo algunas, pero no
muy graves.
Ese día volvió a nacer, como todos los
días cuando volvía a coger el coche
con el cuerpo aguado por el tinto
que, según el médico, era un excelente
vaso dilatador.
Tuvo suerte de no llevarse por delante al
ciclista que entrenaba por su parte
de la carretera, aquel muchachote fornido
y sano que se levantaba a la
amanecida antes de ir al trabajo, con sus
sueños dando vueltas en la cabeza a
la vez que a sus pedales…, correría La Vuelta ciclista a España, el Tour de
Francia, el Giro de Italia…, sueños de libertad sintiendo el aire en la
cara, en
las piernas voladoras en sus vueltas.
Toda una vida por delante se la llevó en
un momento la embestida del
toro con ruedas que no vio a sus
espaldas.
Podría haber sido Don Damián, pero el
nombre no es relevante. Otro como
él invadió su pequeña parcela de
calzada. Ese día, en casa de Don
Damián, vieron en los diarios el cuerpo
muerto en la cuneta y al señor del
coche declarando cómo se le cruzó aquel intruso en su camino.
Don Damián —desde la
butaca—, con el vaso rojo en la mano, diría con tono
despectivo a su atónita familia:
—¡Estos ciclistas deberían estar
prohibidos por las calzadas!
9/6/15
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