(Por las calles de mi vida)
LA CASA DEL ACANTILADO
Porque todo es igual y tú lo sabes,
has llegado a tu casa, y has cerrado la puerta
con ese mismo gesto con que se tira un día… Luis Rosales
Subiendo la pendiente, pareciera que el aire no pesa al filo del día.
Por el monte —el tiempo no ha pasado —, como si olvido y rezo
fueran la misma cosa.
fueran la misma cosa.
Son más viejos los
pinos, zumban,
y su eco es un canto
de Ángelus
y miran, sorprendidas,
las violetas
y la casa
pequeña emerge única.
Abierta —casi caída—,
la puerta del jardín.
Las piedras de antes.
La tierra casi azul.
Solo el lazo —dejado
a secar en la baranda— recuerda una amapola.
Avanzan cortos
los pasos
los ojos.
El miedo a despertar
es un interminable goteo hasta el roce del pomo.
Qué brillo en el solado.
Qué vacía de muebles…
Sigue palpando las paredes hasta abrir la ventana.
Es tan profundo el olor del romero…
Como una candelilla se escurre por la alcoba.
Aquí duermen los padres y un retoño.
En el armario, el membrillo y su aroma, y en esta cama sin color, sueñan
dos ángeles.
—Niña, cierra la puerta… —voces de otro
mundo
junto al portazo en la pared del cerro.
se aprietan los pinos a un verde de anochecida.
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