MIS NEGROS VESTIDOS 













Colgaré en el perchero de otro cielo los vestidos que odié por más oscuros,
los esquejes que nacen cada día, la catedral que instalé sobre el filo de los
párpados, el sombrero que nunca tapó el sol, la linterna que no sirvió de
nada.
Dejaré enrolladas las músicas suaves guitarras que jamás se dejaron
sentir fuera de un alma que añora trompetas, dejándose traspasar, por un
blues en las notas de un piano machacón.
                                                                                                   

Ella_Fitzgerald_Summertime


                                                        (Dadaísmo y Surrealismo)

AL FINAL DEL DÍA

-I-

No he rezado un rosario con perlas de arroz.
Nunca me dejo llevar por las buenas gentes que me regalan nada o que me
arrojan tomates al pecho para que brote sangre verde como manantial.
Tampoco quiero la leche derramada por las aceras con el amargo sabor de
las acelgas crudas.
No pienso en las rosas cuando estoy dormida.
No pienso en tu boca ni en tus ojos
ni en tu vientre cobijando lo agotado de los melocotones y las naranjas.
Quiero sueños para el sueño y reír y reír y reír.

-II-

Los camiones y las motos atraviesan las ideas como trenes por el mar.
Hay gente normal y loca que no borra una sílaba de lo escrito en su vida
para no tener que arrepentirse por cortar una flor.
Los cañones apuntan al débil por débil.
Los cañones disparan al hambriento por famélico y delgado.
Los cañones  —como algunos poemas no tienen razón de ser
pero son
están
van
vienen
se vuelven tartamudos y sordos.
Lo mismo que las flores hay gusanos que al marchitarse 
apestan
lloran
se muerden las uñas
las alpargatas
se vuelven negros para ser distintos
miran a los otros como a estanques donde ahogar una mano
un pulmón
un hueso dolorido.

-III-

Si las dalias hablan yo no las oigo porque mi lenguaje de oruga me
arrincona la lengua por los suburbios de una espina azul cocida al vapor del
desierto.
Dadme una espina roja y sembraré riñones para trasplante.
Dadme un guijarro verde y haré la cuerda que atrape al mediocre.
Dadme un laurel amarillo y partiré en mil pedazos la tierra para que se
reconstruya.
Y un pañuelo para los llantos de los bobos.
Y un martillo para aporrear la puerta de Dios que no sé qué piensa.
Y un agujero para esconder esta vergüenza de ser humano con avaricia
cojo y manco
mustio frente a lo bello
amargo ante el amor
torcido frente al árbol
furioso con la paloma
raro.
                                            

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