EL ÁNGEL Y EL FUEGO
—Los líquenes de la montaña se despiertan y duermen como dragones
amarillos —dije.
Se extendió el día.
La sombra abierta.
El ángel, azuzando
el fuego, en su gloria sentado.
Al fondo, el llanto
de una sinfonía. —Soy
el “Amigo”. Soy el “Profeta”. El “Enviado”.
Como
sierpes, sus venas…
—Eres delirio, la fe indescriptible al cabo de la piedra. Arrasador de
lagos… Para blanquear la mente, necesito al relámpago. Cal pellizcando el dorso de
la luna. La luna se ha vestido de sangre, vino blanco en la mano de un corzo.
“Son tus amores como el vino”, dice el Cantar, y
los sueños se duelen hasta la pesadilla.
Jerez de los Caballeros
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